Rudyard Kipling (1895)
(Versión rimada en español por la IA)
Si puedes mantener la cabeza en su sitio
cuando a tu lado todos la han perdido,
si en ti confían y tú, sereno, admites
sus dudas sin caer en su ruido;
si sabes esperar sin desesperarte,
o si te mienten, no usar la mentira,
y si te odian, no darte al arte
de odiar, y aun parecer sin ira.
Si sueñas, y los sueños no te ciegan;
si piensas, y el pensar no te domina;
si al triunfo y al desastre los integras
y tratas igual a esas dos ruinas;
si soportas oír tus propias frases
torcidas por malvados en su juego,
y ver caer lo que por ti renace
y alzar de nuevo, aunque no quede fuego.
Si juntas todo cuanto has conseguido
y lo arriesgas de un golpe audaz al viento,
y pierdes, y comienzas desde el ruido
sin queja ni lamento;
si fuerzas corazón, nervio y tendones
a servirte aun después de su partida,
y aguantas, cuando en ti no quedan dones,
más que la voz que dice: “¡Sigue, vida!”.
Si al hablar con reyes no te haces vano,
ni al andar con el pueblo pierdes alma,
si ni enemigos ni fieles de tu mano
pueden herirte más de lo que calma;
si todos cuentan contigo, y ninguno
demasiado; si llenas el minuto
inmenso e implacable, y oportuno,
con sesenta segundos absolutos…
Tuya será la Tierra y su contento,
y —más aún—, hijo mío, en ese intento,
serás un Hombre.
